En este fragmento Aristóteles hace una investigación sobre la
prudencia. Dice que el hombre prudente es capaz de deliberar sobre lo que es
bueno y conveniente para si mismo, no en una cosa en concreto, sino en general,
es decir, de forma que pueda alcanzar la felicidad a nivel global.
La prudencia no podrá ser ni ciencia ni arte: ciencia, porque
el objetivo de la acción puede variar, y arte, porque el genero de la acción es
distinto del de la producción. Por eso un hombre prudente no reflexiona ante
algo incapaz de cambiar. Ser prudente implica
también actuar de forma justa.
La prudencia del hombre está en la moderación, la cual siempre
encuentra el punto medio, sin alcanzar el máximo punto de placer ni dolor. La
templanza es moderación, el hombre capaz de controlar sus instintos es el
hombre sensato y prudente, es decir, el hombre capaz de reflexionar de forma
moderada puede ser prudente en términos generales.
Finalmente, podemos aclarar que para Aristóteles la prudencia
es al mismo tiempo intelectual y moral: intelectual porque usamos la razón para
reflexionar, y moral porque se ocupa de las acciones que nos hacen éticamente
virtuosos.
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